RELATOS DE TERROR PARA CONTAR EN HALLOWEEN
Gente amante del terror y misterio, se acerca Halloween, las historias, leyendas, relatos más escalofriantes cobran importancia para poder contarlos en nuestras reuniones con familiares y amigos. aquí te presentamos cuatro relatos cortos de terror para disfrutar en esta temporada otoñal.
¿Quieres
asustarte?... entonces… apaga la luz y escucha…
YODULOSO,
EL HOMBRE DEL HACHA
Hace unos
años, en un campamento que se realizaba año con año en verano allá por los
enormes bosques de Jalisco, hubo un grupo de jóvenes que, durante una excusión,
se perdió. Tras varias horas perdidos, cansados de caminar y asustados
encontraron a un hombre solitario: llevaba un hacha a la espalda, lo cual no
les dio buena espina, pero desesperados, le preguntaron cómo se llegaba al
pueblo. A pesar de la primera impresión, el hombre resultó ser súper agradable:
les dijo que se llamaba Yoduloso y les acompañó hasta el pueblo, donde se
despidió. Pidió hacerse una foto con
ellos, los jóvenes accedieron pues estaban muy agradecidos con él.
El grupo
de chicos contó en el pueblo que el hombre que los había llevado hasta allí se
llamaba Yoduloso, pero los vecinos de la localidad dijeron que aquello era
imposible. El único hombre que llevó el nombre de Yoduloso en el pueblo había
fallecido hacía más de 100 años, y murió de una forma horrible: un grupo de
niños jugaba a la pelota y se le escapó, y Yoduloso fue por ella. Llevaba un
hacha en la mano y tuvo la mala suerte de tropezar y cortarse su propia pierna.
Murió desangrado.
Los jóvenes escucharon incrédulos y pensaron que, incluso a pesar de las coincidencias del nombre y de que aquel señor también llevaba un hacha, era imposible que se tratara de la misma persona. Sin embargo, cuando revelaron aquella foto que se habían hecho al llegar al pueblo, se percataron de algo que les hizo cambiar de parecer: Yoduloso había desaparecido de la fotografía…
Varias
adolescentes habían ido a pasar la noche en casa de una amiga, aprovechando que
sus padres estaban de viaje. Cuando apagaron las luces se pusieron a hablar de
un viejo al que acababan de enterrar en un cementerio cercano. Se decía que lo
habían enterrado vivo y que se le podía escuchar arañando el ataúd, intentando
salir.
Una de
las chicas se burló de aquella idea, así que las otras la desafiaron a que se
levantara y fuera a visitar la tumba. Como prueba de que había ido, tenía que
clavar una estaca de madera sobre la tierra de la tumba. La chica se fue y sus
amigas apagaron la luz otra vez y esperaron a que volviera.
Pero pasó
una hora, y otra más, sin que tuvieran noticias de su amiga. Se quedaron en la
cama despiertas, cada vez más aterradas. Llegó la mañana y la chica no había
aparecido. Aquel mismo día, los padres de la chica regresaron a casa y, junto
al resto de padres, acudieron al cementerio. Encontraron a la chica tirada
sobre la tumba… Muerta. Al agacharse para clavar la estaca en el suelo, había
pillado también el bajo de su falda. Cuando intentó levantarse y no pudo, creyó
que el viejo muerto la había agarrado. Murió del susto en el acto.
¿HAS
SUBIDO A VER A LOS NIÑOS?
Una joven
universitaria está cuidando por primera vez a unos niños en una casa enorme y
lujosa. Acuesta a los niños en el piso de arriba, y, cuando apenas se ha
sentado delante de la televisión, suena el teléfono. A juzgar por su voz, el
que llama es un hombre. Jadea, ríe de forma amenazadora y pregunta: “¿Has
subido a ver a los niños?”.
La chica cuelga
convencida de que sus amigos le están gastando una broma, pero el hombre vuelve
a llamar y pregunta de nuevo: “¿Has subido a ver a los niños?”. Ella cuelga a
toda prisa, pero el hombre llama por tercera vez, y esta vez dice: “¡Ya me he
ocupado de los niños, ahora voy por ti!”.
La chica
está verdaderamente asustada. Llama a la policía y denuncia las llamadas
amenazadoras. La policía pide que, si vuelve a llamar, intente distraerle al
teléfono para que les de tiempo a localizar la llamada.
Como era
de esperar, el hombre llama de nuevo a los pocos minutos. La joven le suplica
que la deje en paz, y así le entretiene. Él acaba por colgar. De repente, el
teléfono suena de nuevo, y a cada timbrazo el tono es más alto y más
estridente. En esta ocasión, es la policía, que le da una orden urgente:
“¡Salga de la casa inmediatamente! ¡Las llamadas vienen del piso de arriba!”.
VEN A
JUGAR CONMIGO
Hace un
tiempo, una amiga mía y yo decidimos hacer espiritismo por primera vez, ya que
nunca antes nos habíamos atrevido a hacerlo. Llamamos a otras dos amigas para
que nos acompañaran, ya que a mí me habían dicho que probablemente con solo dos
personas sería más difícil que pasara algo. Nos costó trabajo convencerlas,
pero al final cedieron. Lo preparamos todo y, un poco asustadas, comenzamos a
hacer la ouija.
Durante
la sesión, una de las compañeras a las que habíamos llamado dijo: “Yo me voy de
aquí, menuda tontería esta de la ouija”. Nosotras nos asustamos un poco y
decidimos dejarlo para otro momento.
Al cabo
de unos días, la compañera que se había ido me llamó aterrorizada, diciéndome
que, de camino a casa después de haber ido a estudiar a la biblioteca, al pasar
por delante de una casa en ruinas que hay cerca de su hogar, una niña vestida
de blanco le había pedido que jugara con ella. Mi amiga le dijo que no podía ya
que tenía prisa por llegar a su casa, y acto seguido, la niña comenzó a llorar
con lágrimas de sangre. Mi amiga salió de allí corriendo y al llegar a casa fue
cuando me llamó. Hasta ahí fue lo que me contó mi amiga. En un principio me lo
tomé a broma, pero algo me hacía pensar que mi amiga hablaba muy en serio.
En mi
habitación comencé a darle vueltas al asunto y me acordé del día en que
habíamos hecho espiritismo y de las malas maneras con las que mi amiga se había
retirado. Pensé que no tendría nada que ver y me dormí. Al día siguiente esa
misma amiga me llamó porque iba a quedarse sola en casa estudiando y tenía
miedo, así que decidí acompañarla ya que yo tenía también que estudiar. Tomé un
autobús y, ya en su casa, nos pusimos a estudiar. De repente, oímos a nuestra
espalda un ruido como de arañazos. Las dos miramos y comprobamos horrorizadas
que la niña que ella me había descrito estaba sentada sobre la cama de mi
amiga, arañando la pared. Salimos corriendo de la habitación y al llegar a la
puerta observé que mi amiga no estaba, pero yo estaba demasiado asustada para esperarla.
Un rato
después, la policía llamó a mi casa informándome de que mi amiga había muerto
de un ataque de asma. La habían encontrado en las escaleras de su casa, con una
expresión de terror en su cara. Yo estuve en tratamiento psiquiátrico unos
meses y ya me estaba recuperando, pero el otro día, en mi buzón apareció una
nota escrita con letra de niña pequeña que decía: “Tu amiga murió por no jugar
conmigo. Tengo una muñeca nueva…”. Yo creo que es una broma, ya que nuestra
historia se ha hecho bastante popular en el pueblo, pero por otra parte tengo
miedo… ¿vendrá a por mí?
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