MACABRO RELATO DE UN HECHO VERÍDICO
Hola amigos, en esta ocasión les traemos
un relato que hizo el favor de enviarnos un suscriptor, se llama William
Góngora, él nos cuenta el calvario que fue habitar por algún tiempo en una casa
poseída por el mal, escuchemos su perturbador relato, pero antes te invitamos a
suscribirte al canal, regalarnos un like y compartir el video, ahora sí…apaga
la luz y escucha…
Hola, mi nombre es William Góngora, son
ingeniero civil, nací en la ciudad de Mérida, Yucatán, en donde he vivido toda
mi vida, de joven me gustaba jugar béisbol, cuando me gradué de logré entrar a
trabajar a la SEP, comencé a dar clases en un bachillerato de mi ciudad, era yo
joven, alegre, tenía muchas ganas de
enseñar matemáticas y física a los chicos de ese bachillerato tecnológico, de
esto hace unos 40 años.
La casa de mis padres se ubicaba algo
lejos de esa zona de Mérida, así que opté por buscar una casa más cerca de mi
lugar de trabajo, empecé a ver opciones y me encontré con una casa antigua en
el centro de la ciudad, la estaban vendiendo a muy buen precio, una ganga,
tenía un amplio jardín trasero con árboles altos y viejos, la construcción era
bastante grande, ya saben, la clásica casa estilo colonial con techos muy
altos, grandes ventanas, eso me gustaba pues la hacía bastante fresca, así
sufriría menos el calor y bochorno que caracterizan a mi ciudad, puertas y
ventanas eran de madera, sus pisos eran de loza color rojo ladrillo, en la
parte de adelante contaba con terraza y garaje, así como un pequeño jardín con
una fuente en medio, tenía una figura un tanto rara, como con cara de duende
malvado o algo así pero no le di importancia, la casa era ideal para mí, hasta
podría decir que demasiado grande para una sola persona, el precio era
excelente, una súper oferta, estaría cerca de mi trabajo, pues en automóvil
haría pocos minutos. Muy gustoso compré esa vieja casa, lo que no podría
imaginarme es que en ese momento mi vida comenzaría a volverse una amarga
pesadilla.
Compré algunos muebles, en la recámara colgué mi hamaca, no necesitaba más por el momento, pinté entusiasmado mi casa, estaba feliz de tener una casita que fuera de mi propiedad, arreglé algunas puertas de madera que rechinaban demasiado, coloqué los mosquiteros y puse algunas macetas en la terraza, todo estaba perfecto, me dispuse a ver la televisión desde mi hamaca, estaba tan cansado que me quedé dormido cuando de pronto escucho unos pasos en la cocina y el rechinar de la puerta, lo cual me puso en alerta de inmediato, era más de medianoche, en la televisión ya no había ningún programa, solo se veían las rayitas en la pantalla, tomé un bat que tenía y caminé descalzo hasta la cocina, estaba sudando frío, temía que uno o varios ladrones hubieran entrado a mi casa, prendí la luz del comedor y luego de la cocina… no había nadie, revisé las otras habitaciones, las puertas, ventanas, todo estaba bien cerrado, sin embargo, yo había escuchado muy claramente pasos y la puerta rechinar, regresé a mi hamaca y me auto calmé, me dije: “vamos William, no es nada, tal vez, te lo imaginaste, acabas de arreglar las puertas”… y así me quedé dormido.
Pero a partir de entonces mi carácter
comenzó a cambiar, ya no era alegre y jovial, estaba amargado, irritable, no
tenía paciencia con mis alumnos ni compañeros de trabajo, era un hombre joven
gruñón, y era lógico puesto que dormía poco por las noches y durante la tarde
vivía con miedo.
Mi vida era una pesadilla, con los nervios
destrozados, comencé a ver sombras pasar rápidamente por las ventanas, sentía
la presencia de alguien, yo no estaba solo, tenía mucho miedo de estar dentro
de mi propia casa, se caían los cuadros de las paredes, los trastos sonaban
como si alguien estuviera moviéndolos, los focos se fundían con frecuencia, en
una de esas ocasiones vi unas huellas en el piso, tenían tierra de mi jardín,
obviamente no eran mías. Así pasé meses espantosos, pero lo peor estaba por
venir, una madrugada estaba dormido en mi hamaca, cuando de pronto sentí como
se mecía de un lado a otro, cada vez con más fuerza, yo no podía ni hablar,
simplemente con los ojos muy abiertos intentaba ver algo, pero no veía a nadie
a mi alrededor, de pronto paró abruptamente, como pude bajé de la hamaca,
estaba mareado y aterrado, pegunté, ¡¿quién eres?! ¡¿qué quieres?! …. Y fue
entonces que escuché una risa perversa retumbar por toda la casa, tomé las
llaves de mi auto y me marché a casa de mis padres. Al día siguiente, después del trabajo visité al cura de una
parroquia cercana a mi casa, le expliqué mi calvario, le rogué me ayudara, el
padre accedió, lo llevé a mi domicilio, entramos, visitó cada una de las
habitaciones y los jardines, le llamó la atención esa fuente con la cara
siniestra, me dijo que parecía un demonio, se le veía preocupado, bendijo la
casa con agua bendita y rezamos un Padre Nuestro y un Ave María, justo al
terminar las luces de la sala comenzaron a parpadear, los ojos del padre se
llenaron de terror, se persignó y se dirigió a la calle, me comentó su parecer
el cual fue el siguiente:
- -- Hijo, desde que entré a tu casa he sentido
la presencia de alguien, sé que nos observan y que estaban justo en las mismas
habitaciones que visitábamos, yo no sé mucho de lugares endemoniados pero sí
que puedo percibir cuando el mal está cerca, y esa casa tiene presencias del
mal, por tratarse de una vieja casa ha de tener varios siglos y no sabemos qué
tipo de personas la habitaron, qué hicieron aquí, tal vez, perteneció a algún
brujo o bruja que le rendían tributo a Satanás, hacían conjuros, sacrificios,
hechizos… lo que yo te aconsejo es que dejes este lugar, no puedes luchar
contra esos entes y tampoco puedes vivir aquí. Piénsalo. Yo no puedo hacer
nada, no tengo estudios en demonología ni exorcismos.
Pasaron los días, le comenté todo esto a
unos compañeros del trabajo, algunos me aconsejaron abandonar la casa y otros
me dijeron que tal vez, un chamán, un brujo maya podría ayudarme, un compañero
que era dentista conocía a uno muy famoso en un pueblo llamado Hunucmá, no muy
lejos de Mérida, me acompañó al lugar, tocamos en una casa de paredes de piedra
y techo de paja, salió un hombrecillo pequeño, delgado, canoso y vestido de
blanco, le conté toda mi historia en esa maldita casa, le pedí fuera a verla,
que yo le pagaría bien. Accedió y al otro día visitó mi predio, revisó todo
detalladamente, su diagnóstico fue…
-Tu casa está embrujada, aquí vive el mal,
para ser preciso demonios, hay varios, puedo intentar sacarlos de aquí, lo haré
en varias sesiones.
-De acuerdo, hágalo, le pagaré lo que sea,
-le dije
El brujo maya por 6 meses trabajó mi casa,
después de eso bajó la presencia maligna, por un período solamente escuchaba
pasos y ruidos extraños en los jardines, creí que el mal estaba cediendo, pero
una noche fría de diciembre justo dos días antes de Navidad, al asomarme a la
ventana que da para la fuente siniestra vi que los ojos de la estatua se
volvían color rojo y me veían fijamente, solté la taza de café que estaba
tomando y me puse a rezar, me estaba volviendo loco. Al otro día por la mañana salí
a mi garaje para irme al trabajo, pero grande y aterradora fue mi sorpresa
cuando vi dibujado en mi terraza el pentagrama invertido, símbolo del
satanismo, además, a su lado había un montoncito de tierra, pero al acercarme
más me di cuenta de que era ceniza; no toqué nada, simplemente me fui a
trabajar totalmente confuso y con un terror espantoso.
Por mi cuenta busqué a otro chamán, le
dije todo lo que había pasado en esa casa, ya tenía dos años viviendo allí, el
hombre visitó mi predio, pero para nuestra sorpresa el pentagrama invertido ya
no estaba, solo la tierra, el chamán al observarla me dijo que era ceniza de
panteón, no sé cómo llegó allí, me advirtió que no la tocara, debía recogerla
con escoba y un recogedor, meterla en una bolsa y llevarla a tirar muy lejos.
El brujo maya llegó a la conclusión de que el otro chamán había logrado correr
a varios demonios, pero no al más poderoso, al jefe, ese, el grande habitaba
aun allí.
Me dijo:
-Voy a intentar correrlo, haré todo lo
posible, pero de una vez te digo que será una lucha muy fuerte, en esta casa
seguramente vivió alguien que adoraba a Satanás y hacía trabajos de magia
negra, cosas muy malas pasaron aquí, todas sus paredes están impregnadas del
mal, mucho me temo que hasta sacrificios humanos se realizaron en esta casa.
El brujo maya por meses realizó trabajos para correr al maligno de mi casa, yo decidí pasar todos los fines de semana en casa de mis padres, al menos podía dormir tranquilo un par de días, porque cuando estaba en aquel lugar pasaba tardes y noches espantosas, sentía claramente cómo alguien me observaba, oía lamentos, voces perversas cuchicheando, risas macabras, y lo peor era cuando ese ser mecía mi hamaca, mi vida era un infierno, el pentagrama invertido después apareció en mi patío trasero y la ceniza de panteón también aparecía, tenía que levantarla tal como me había indicado el brujo maya.
Así pasaron otros meses, yo ya estaba muy
desmejorado de salud, el chamán me dijo que hizo todo lo posible pero aquella
cosa era muy fuerte, era el mismísimo Satanás, poco podía hacer, me aconsejó
vender esa casa.
Yo no quería vender y que otras personas
pasaran lo mismo que yo, no podía permitir que otra persona sufriera ese
infierno, sería una maldad vender esa casa a sabiendas de lo que allí sucedía,
así que opté por dejar el predio, perdí mi dinero, pero era preferible, tenía
mi conciencia tranquila, nadie más habitaría ese lugar del demonio, me regresé
a casa de mis padres, finalmente pude vivir tranquilo.
Al día de hoy esa vieja casa del centro de
Mérida sigue abandonada, la he dejado así, mientras yo viva nunca la venderé.
Así termina la macabra historia de nuestro
suscriptor William Góngora, esperemos que esa casa siga así, sin habitarse por
siempre.
Agradecemos tu atención y te pedimos que
nos regales un like y te suscribas al canal. Tú… ¿hubieras hecho lo mismo que
el ingeniero o hubieras vendido la casa para no perder tu inversión? Escribe tu
respuesta en la cajita de comentarios.
Gracias por leer esta historia la cual igualmente la puedes encontrar en YouTube.👍
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